La Esfinge se hunde.
La Esfinge se está hundiendo, según parece a consecuencia de las aguas subterráneas en sus alrededores que están emergiendo a la superficie.
(EFE) Tan sólo a unos pasos de los pies de Abu el Hul, o Padre del Terror, como los egipcios llaman a la Esfinge, una capa de césped ha comenzado a crecer hace cuatro meses, lo que prueba la existencia de agua en la zona, explica a Efe el arqueólogo Bassam el Shammaa.
"Y hace una semana vi con mis propios ojos grandes charcos de agua estancada de una profundidad de entre treinta y cuarenta centímetros delante del Templo del Valle, a pocos metros de la Esfinge", aseguró Shammaa.
El experto ha lanzado una campaña de concienciación en internet bajo el nombre de "Salvemos la Esfinge" y en su página web (www.sossphinx.bassam.itgo.com) ha colgado fotos que confirman sus palabras.
El egiptólogo espera que los responsables de antigüedades "se muevan ya" para salvar la estatua, a la que, a su juicio, "le quedan sólo entre treinta y treinta y cinco años de vida si no se resuelve el problema".
Después de 4.600 años custodiando las Pirámides de Guiza, a este monstruo de piedra caliza, mitad hombre mitad león, le ha llegado el momento de que lo protejan a él.
Los dirigentes del poderoso Consejo Supremo de Antigüedades egipcio (CSA) han reconocido que existen "problemas cuyo origen todavía se desconoce" con las aguas en las cercanías de la Esfinge.
"Ya sea una fuga de las tuberías de agua potable, del desagüe, de los canales o de las aguas de irrigación, tenemos que descubrir el causante del problema para que no se repita", explicó a Efe el director del departamento de egiptología del CSA, Sabri Abdelaziz.
Para lograr ese objetivo, un comité de especialistas de la Universidad de El Cairo comenzó hace dos meses a estudiar el nuevo fenómeno que rodea a la Esfinge, y se espera que lleguen a alguna conclusión en noviembre.
"Pese a todo, la Esfinge está a salvo. No corre peligro, porque está a un nivel más alto que las aguas subterráneas. Los estudios necesitan su tiempo antes de que lancemos un proyecto para la protección del monumento", tranquiliza Abdelaziz.
Otros expertos independientes también preocupados por los templos faraónicos, como Ayman Ahmed de la Universidad de Sohag (sur de Egipto) y el hidrogeólogo Graham Fogg, de la Universidad de California en Davis (EEUU), examinan el movimiento de las aguas subterráneas bajo los monumentos.
Bien a través de esfuerzos individuales o bien a través de trabajos auspiciados por las autoridades, lo cierto es que la salud de la estatua, una de las más célebres y gigantescas del mundo, ha puesto en alerta a los egiptólogos de todo el mundo.
Con una longitud de 73 metros, una altura de 22,5 y un ancho que fluctúa a lo largo de su cuerpo entre los cinco y nueve metros, la Esfinge siempre gozó de veneración y culto durante la Antigüedad.
Cada oreja de la estatua mide casi 1,37 metros de alto, y su cabeza, similar a la del faraón Kefrén, lleva el tocado real faraónico y una barba postiza en el mentón, que, al igual que su mítica nariz, ha desaparecido.
Pese a su enorme tamaño, la Esfinge, esculpida en un solo bloque de roca, permaneció gran parte de su historia sepultada por la arena del desierto, y sólo entre 1816 y 1818 fue desenterrada.
Desde entonces la identidad de su constructor siempre ha sido un misterio, ya que la estatua no tiene ninguna inscripción que lo precise.
Sin embargo, su emplazamiento, cercano a la Pirámide de Kefrén, ha llevado a muchos historiadores a asociar su construcción a la figura de este faraón (2.520-2.494 a.C.).
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